Augusto Metztli
Recibí una carta tuya que decía:
“Mi Señor
Durante mucho tiempo conservé en mis ojos la imagen tus ojos dormidos,
y en mi oído el palpitar de tu corazón.
¡Me resistía tanto a aceptar la idea de que te habías ido!
Te llevaba conmigo adonde quiera que fuera,
Te buscaba en todos los rostros
Mis sentidos me mentían, y te veía esperándome
Te veía viniendo
Creía verte mirándome
Yo entonces era por dentro una cosa tan frágil y tan pequeña que no se podía entender cómo hacía para andar de aquí para allá y aparentar que estaba viva, con toda esa carga
del peso de tu ausencia
Al final, te convertí en un recuerdo entrañable e íntimo,
Así puedo meterme entre tus sábanas
Puedo reír contigo
Entro bien en el hueco de tus brazos
Te abrazo sin que te resistas”
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